-

DOMINGO III DE ADVIENTO -B-

DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap.

Yo soy “la voz que grita en el desierto: Allanad el camino del Señor

DOMINGO III DE ADVIENTO -B-

 
1ª Lectura: Isaías 61,1-2a. 10-11.
 
    El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la amnistía a los cautivos y a los prisioneros, la libertad, para proclamar el año de gracia del Señor…
    Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como novio que se pone la corona, o novia que se adorna con sus joyas. Como el suelo echa sus brotes, como un jardín hace brotar sus semillas, así el Señor hará brotar la justicia y los himnos, ante todos los pueblos.
 
*** *** ***
 
    Dos voces resuenan en este texto: La voz del profeta, ungido por el Espíritu para anunciar la buena noticia del año de gracia del Señor a los infortunados. Quién sea este personaje permanece en la incógnita. Su mensaje es afín al de Is 35. Y hallará eco y plenitud en Jesucristo (Lc 4,18-19). Y la voz de la ciudad que, agradecida y gozosa, celebra la obra de Dios en su favor. Esta imagen de la ciudad como “novia” tendrá resonancias eclesiales en el NT, especialmente en el libro del Apocalipsis (Ap 19,7; 21,2.9). 
 
2ª Lectura: 1 Tesalonicenses 5,16-24.
 
    Hermanos: Estad siempre alegres. Sed constantes en orar. En toda ocasión tened la Acción de Gracias: esta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto de vosotros. No apaguéis el espíritu, no despreciéis el don de profecía; sino examinadlo todo, quedándoos con los bueno. Guardaos de toda forma de maldad. Que el mismo Dios de la paz os consagre totalmente, y que todo vuestro ser, alma y cuerpo, sea custodiado sin reproche hasta la Parusía de nuestro Señor Jesucristo. El que os ha llamado es fiel y cumplirá sus promesas.
 
*** *** ***
 
    Nos hallamos en las exhortaciones finales de la carta. Pablo recuerda y recomienda una serie de elementos que el cristiano ha de tener presente en su vida: alegría, oración perseverante, asiduidad eucarística y discernimiento positivo. Una existencia así no quedará frustrada, porque Dios no falta a su palabra. Así hay que esperar y vivir el adviento del Señor.
 
Evangelio: Juan 1,6-8. 19-28.
 
    Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.
     Los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan, a que le preguntaran: ¿Tú quién eres?
     El confesó sin reservas: Yo no soy el Mesías.
     Le preguntaron: Entonces, ¿qué? ¿Eres tú Elías?
     El dijo: No lo soy.
     ¿Eres tú el Profeta?
     Respondió: No
     Y le dijeron: ¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?
      El contestó: Yo soy “la voz que grita en el desierto: Allanad el camino del Señor (como dijo el profeta Isaías).
      Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?
     Juan les respondió: Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, que existía antes que yo y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia.
      Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan Bautizando.
 
*** *** ***
 
    El texto seleccionado está construido con unos versículos tomados del Prólogo del IV Evangelio (sobre Juan Bautista), y con otros tomados de la respuesta a la legación enviada por los judíos de Jerusalén (testimonio de Juan Bautista). Entre ambos hay una convergencia fundamental: Juan es un enviado de Dios, un testigo veraz de la Luz, Jesucristo. Juan desactiva expectativas equivocadas e invita a un discernimiento, pues a quién él anuncia está ya “en medio de vosotros”.
 
REFLEXIÓN PASTORAL
    
    Dos palabras sintetizan el mensaje de este domingo: discernimiento y reconocimiento. Ambas sugerencias vienen de Juan el Bautista. Había despertado expectativas y admiración por doquier, pero  no se aprovecha de ese estado de opinión. No confunde ni se confunde.  Conocía su misión, y no permitió que la  popularidad le nublara la vista. “Yo no soy”, solo uno es, Dios. 
    “Él, como dice san Agustín, era la voz; Cristo era la Palabra”. Por eso, “Él tiene que crecer, y  yo tengo que menguar” (Jn 3,30). Es el primer nivel del discernimiento: el autodiscernimiento. Pero, comenzando por ahí, hay que ir más allá, a examinar nuestro entorno. El cristiano debe ser una persona capaz de realizar ese análisis lúcido de la realidad, hoy particularmente urgente y necesario.
    La segunda  sugerencia del Bautista también merece ser reseñada: “En medio de vosotros hay uno que no conocéis”, dice, refiriéndose a Jesucristo. Una advertencia de actualidad para nosotros. ¿Sabemos reconocer hoy la presencia de Cristo? Porque Él está entre nosotros y con nosotros hasta el fin del mundo. El problema es cómo está entre nosotros y con qué tipo de presencia.
    Su presencia es real, pero sacramental; encarnada en realidades que no son de percepción inmediata, sino que requieren la luz de la fe para descubrirla. 
    Cristo está en sus “palabras de vida”; en su “cuerpo y sangre” eucarísticos..., y está en el hombre, particularmente en el necesitado. Aceptamos sin mayor dificultad, o al menos sin tanta dificultad, las presencias “religiosas” del Señor, y las veneramos, pero manifestamos resistencias y falta de sensibilidad para reconocerle en las presencias “conflictivas”.
      La exposición del Santísimo y su adoración no deberíamos reducirla exclusivamente a la Eucaristía, pues el mismo que dijo “Tomad, comed, esto es mi cuerpo... (Mt 26, 26)”, dijo: “Tuve hambre, estuve desnudo... Y cada vez que lo  hicisteis…, o no lo hicisteis con uno de esto, lo hicisteis o no lo hicisteis conmigo” (Mt 25, 31-45). Jesús también está expuesto, ¡y a cuántos riesgos!, en el hermano, particularmente en el necesitado.
     Próximos ya a la Navidad, acojamos las exhortaciones  de san Pablo en la segunda lectura: “Estad siempre alegres”, “Sed constantes en orar”, “en toda ocasión tened la Acción de Gracias”, “examinadlo todo, quedándoos con los bueno”, alegría, oración perseverante, asiduidad eucarística y discernimiento permanente para que el Señor nos abra los ojos y podamos  descubrir su presencia entre nosotros; para no confundirle ni confundirnos; para que no se repita entre nosotros el dicho evangélico: “Vino a su casa, y  los suyos no le recibieron” (Jn 1, 11) sino que más bien podamos asumir el mensaje de la primera lectura: “El Espíritu del Señor, Dios, está sobre mí... Y me ha enviado a  curar los corazones desgarrados”, y  cantar con la alegría de María (salmo responsorial), por sabernos y sentirnos implicados en la obra liberadora del Dios, que enaltece a los humildes y a los hambrientos colma de bienes.
 
REFLEXIÓN PERSONAL
 
.- ¿Soy evangelista, portador de la buena noticia?
.- ¿Sé reconocer la presencia de Jesús en la vida?
.- ¿Mi lectura de la vida está inspirada en la bondad?
 
DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap.

Otros artículos

DOMINGO XXXIV -B-: SOLEMNIDAD DE CRISTO REY

¿Ni siquiera temes tú a Dios estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada. Y decía: Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino. Jesús le respondió: Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.

DOMINGO XXXIII -B-

Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, sabéis que la primavera está cerca; pues cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que él está cerca, a las puertas. Os aseguro que no pasará esta generación antes de que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán. El día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles ni el Hijo, solo el Padre.

DOMINGO XXXII -B-

Llamando a sus discípulos les dijo: Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el cepillo más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa nacesidad, ha echado de lo que tenía para vivir.

DOMINGO XXXI -B-

El primero es: “Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser". El segundo es este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay mandamiento mayor que éstos".