-

DOMINGO XXX -B-

DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap.

Jesús le dijo: ¿Qué quieres que haga por ti?. El ciego le contestó: Maestro, que pueda ver. Jesús le dijo: Anda, tu fe te ha curado.

DOMINGO XXX -B-

1ª Lectura: Jeremías 31, 7-9.
 
    Esto dice el Señor: Gritad de alegría por Jacob, regocijaos por el mejor de los pueblos; proclamad, alabad y decid: el Señor ha salvado a su pueblo, al resto de Israel. Mirad que os traeré del país del Norte, os congregaré de los países de la tierra. Entre ellos hay ciegos y cojos, preñadas y paridas: una gran multitud retorna. Se marcharon llorando, los guiaré entre consuelos; los llevaré a torrentes de agua, por un camino llano en que no tropezarán. Seré un padre para Israel, Efraím será mi primogénito.
 
*** *** *** ***
 
     El texto seleccionado forma parte del “Libro de la Consolación” escrito en su mayor parte entre la reforma del rey Josías (622) y su muerte (609). Dicha reforma socio religiosa suscitó la esperanza en un futuro en que Israel, deportado por los asirios (721), regresaría para formar con Judá un solo pueblo. Estos textos fueron releídos posteriormente, tras el exilio babilónico, como animadores  de esperanza. En ellos se expresa la idea de que, a pesar de los avatares históricos, en los que el pueblo alejándose de los mandamientos de Dios se hunde en sus “esclavitudes”, Dios nunca lo abandona.
 
2ª Lectura: Hebreos 5,1-6.
 
   Hermanos: El Sumo Sacerdote, escogido entre los hombres, está puesto para representar a los hombres en el culto a Dios: para ofrecer dones y sacrificios por los pecados. Él puede comprender a los ignorantes y extraviados, ya que él mismo está envuelto en debilidades. A causa de ellas tiene que ofrecer sacrificios por sus propios pecados, como por los del pueblo. Nadie puede arrogarse este honor: Dios es quien llama, como en el caso de Aarón. Tampoco Cristo se confirió a sí mismo la dignidad de Sumo Sacerdote, sino Aquel que le dijo: “Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy”, o como dice otro pasaje de la Escritura: “Tú eres Sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.”
 
*** *** *** ***
 
    Cristo es el Sumo Sacerdote definitivo. De nuestra raza, nos conoce, por eso puede interceder por nosotros desde dentro de nuestra humanidad. Su sacerdocio es un sacerdocio “compasivo”, “fraterno”, que se remonta al sacerdocio “tribal” de Aarón, enraizándose en un sacerdocio misterioso, el de Melquisedec, mostrando así su universalidad.
 
Evangelio: Marcos 10, 46-52.
 
    En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo (el hijo de Timeo) estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: Hijo de David, ten compasión de mí.
    Jesús se detuvo y dijo: Llamadlo.
    Llamaron al ciego, diciéndole: ánimo, levántate, que te llama. Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. 
Jesús le dijo: ¿Qué quieres que haga por ti?
    El ciego le contestó: Maestro, que pueda ver.
    Jesús le dijo: Anda, tu fe te ha curado.
 
 
*** *** *** ***
 
    Antes de entrar en Jerusalén, Jesús realiza la última curación  devolviendo la vista a un ciego, que le invoca como “Hijo de David”. ¡Todo un símbolo! ¡Hay que tener los ojos muy abiertos para comprender los acontecimientos que van a suceder! “¿Qué quieres que haga por ti?” Ante esta pregunta los Zebedeos pidieron poder, Bartimeo, en cambio, pide  ver. Jesús hace ver, porque es Luz; pero no da poder, porque es Servidor. Aquel ciego, recuperada la visión, lo seguía por el camino. ¡El discípulo ha de entenderlo!
 
 
REFLEXIÓN PASTORAL 
 
      A poco que hayamos prestado atención a este evangelio habremos percibido su capacidad de impresionar y sugerir. No es una anécdota pasada. Jesús aparece dando sentido a los sentidos -o a la falta de sentido- del hombre.  Hace andar a los cojos, ver a los ciegos, oír a los sordos, hablar a los mudos.  Jesús  dador de sentido, liberador de los impedimentos del hombre...
      Hoy se nos habla de un pobre ciego -doble desgracia, y es que la desgracia nunca viene sola-, sentado al borde del camino y pidiendo limosna. Pero tuvo suerte, porque ese camino -el de su pobreza y marginación- lo recorría también Jesús.  Y es que el camino, la andadura del Señor, discurrió precisamente por esas zonas que los hombres oficialmente buenos consideran "peligrosas". 
       "Escoge a los pecadores y come con ellos…”. (Lc 15,2); si este fuera profeta sabría quién y qué clase de mujeres la que lo está tocando, pues es una pecadora”. (Lc 7,39).  Así pensaban y se expresaban los "buenos". Pero Jesús no rehuyó lo que ellos llamaban "malas compañías". Porque había  venido a buscar precisamente a lo que estaba perdido. No se preocupó de evitar las "malas compañías", sino que se esforzó por ser él un buen compañero, una "buena compañía".
       No recorrió las rutas "oficiales" sino los caminos reales de los hombres.  Por eso sabía de sus necesidades; por eso su camino de la cruz empezó antes del viernes santo, porque hizo suya la cruz de cada hombre.
      Por eso cuando los prudentes, los preocupados por ocultar al Maestro la fealdad y la pobreza humanas que hay a lo largo del  camino, quisieron acallar los gritos del ciego, Jesús, para quien no servían esos cordones de seguridad, no permite que se pierda ningún grito de dolor y esperanza  y manda traer al ciego.
      "¿Qué quieres que te haga?". Jesús, como el que sirve, se ofrece pero no impone el servicio. Quiere que el hombre tenga la iniciativa en su propia salvación. Porque sin libertad no hay salvación. Sería una imposición más. Antes de curar, Jesús quiere saber qué era para aquel hombre su enfermedad, su carencia y su dolencia radical: "¿Qué quieres que te haga?"  "¡Maestro, que recobre la vista!".
     Más de una vez he pensado que aquel hombre no era tan ciego: había reconocido y confesado a Jesús como “Hijo de David”, y se dirige a él como “¡Maestro!”. ¿No estarían más ciegos los que le mandaban callar?
     En todo caso, este breve diálogo deberíamos revivirlo todos y cada  uno de nosotros. Porque Jesús no ha cambiado de actitud. Sigue recorriendo los caminos de la vida real con su pregunta "¿Qué quieres que  te haga?". ¿Qué le responderíamos nosotros? ¿“Auméntanos la fe” (Lc 17,5)?; ¿“Creo, pero ayuda mi falta de fe!” (Mc 9,24)?; ¿“Maestro, que  recobre la vista” (Mc 10,51)?
      ¿Somos conscientes de nuestras carencias y dolencias más radicales? ¿Tendríamos una necesidad tan profunda como la  del ciego, la de ver, o nos limitaríamos con una petición por el bienestar? ¿Nos contentaríamos, como los dos hermanos del pasado domingo, con un puesto de privilegio, uno a su derecha y otro a su izquierda (Mc 10,37)? 
“Tú que diste vista al ciego, filtra en mis secas pupilas dos gotas frescas de fe”, unas gotas que lleguen hasta el corazón, porque solo se ve bien cuando se mira con el corazón y con un corazón limpio. “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt 5, 8). Y un detalle importante: el ciego no creyó al recuperar la vista; recuperó la vista porque creyó. ¡La fe nos abre los ojos!
 
REFLEXIÓN PERSONAL:  
.- ¿Qué expectativas suscita en mí Jesús?
.- ¿Siento necesidad de “ver”?
.- ¿Mis encuentros con Jesús son sanadores?
 
    DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap.

Otros artículos

SAGRADA FAMILIA -B-

Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: “Todo primogénito varón será consagrado al Señor”, y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: “un par de tórtolas o dos pichones”.

DOMINGO IV DE ADVIENTO -B-

El ángel le dijo: No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.

DOMINGO III DE ADVIENTO -B-

Y le dijeron: ¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo? El contestó: Yo soy “la voz que grita en el desierto: Allanad el camino del Señor (como dijo el profeta Isaías).

DOMINGO II DE ADVIENTO -B-

Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero Él os bautizará con Espíritu Santo.