HERMANO LEÓN

BENJAMÍN ECHEVERRÍA, OFMCap

Este tiempo de Pascua ha sido especialmente intenso en la vida de la Iglesia.

HERMANO LEÓN

Este tiempo de Pascua ha sido especialmente intenso en la vida de la Iglesia. La celebración del Pascua es ya un tiempo especial en ritmo normal del año litúrgico, pero este año la comenzamos y vivimos con una gran novedad. La muerte del papa Francisco y la elección del nuevo papa han marcado el ritmo en la vida de la Iglesia y han causado gran expectación. 

Las redes sociales y los medios de comunicación, desde distintas sensibilidades e intereses, nos han hecho partícipes a todo el mundo de lo que acontecía esos días en Roma: los funerales del papa Francisco, la llegada de los cardenales, la convocatoria del cónclave, las votaciones, las fumatas negra y blanca … La gran preocupación era quién sería el nuevo papa:  si continuaría o no el legado de Francisco; si sería progresista o conservador, etc… Se barajaban distintos nombres como candidatos preferidos para ser el sucesor, no de Francisco, sino de Pedro, teniendo presente eso de que “quien entra papa al cónclave sale cardenal”. 

Un cónclave rápido en seguida disipó las dudas e incertidumbres planteadas.
Ya tenemos al frente de la Iglesia al nuevo papa, León XIV. Un nombre llamativo. En su elección del nombre parece que se fijó en León XIII (1878-1903), el papa de la doctrina social, del cual todos citamos su encíclica Rerum Novarum (Sobre las Cosas Nuevas)Un papa que intentó reconciliar a la Iglesia con el mundo moderno abordando las cuestiones laborales, defendiendo los derechos de los trabajadores y planteando el lugar de la Iglesia en el mundo contemporáneo.

Siguiendo la inspiración de su predecesor en el nombre, León XIV también quiere insistir e implicarse en la defensa de la justicia social, con toda la experiencia misionera que tiene a sus espaldas; ha de seguir afrontando “la modernización” de la Iglesia ante los retos que se enfrenta en este mundo nuestro, y, desde el primer momento la palabra paz está en su boca y en su corazón. La paz sigue siendo un deseo y una tarea eclesial y universal.

No es ningún secreto decir que, como familia franciscana, hemos apreciado y sintonizado con el estilo del papa Francisco. No sólo porque eligió el nombre del Poverello de Asís, sino porque ha puesto el espíritu franciscano en primera línea durante todo su pontificado y ha vivido con coherencia ese espíritu de minoridad, de fraternidad, de defensa de la creación, de la casa común y el compromiso con los más pobres.  Unos días antes de la elección del papa León XIV, alguien escribió sobre el nombre del nuevo papa un pequeño artículo titulado “León XIV, te esperamos”. Me lo enviaron por whatsapp. En la tradición franciscana Fr. León fue el gran amigo y compañero de Francisco de Asís, testigo de sus bondades, fortalezas y debilidades del santo de Asís. El autor de este escrito escribe: “imaginemos a uno, compañero del papa argentino, que hubiera sido testigo de sus gozos y esperanzas, seguidor de Jesús al estilo del padre Jorge” y con ánimo para servir en Iglesia según el Evangelio. Se llamaría León, claro. Sería el catorce de la lista, un nombre poco original a primera vista, pero cargado de significado… ”Pues ya lo tenemos… Habemus Papam”. Recemos por él y démosle gracias por su servicio de animación y gobierno al frente de la Iglesia.

Fr. Benjamín Echeverría, OFMCap

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DOMINGO V -A-

Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.

DOMINGO IV -A- LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR

Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: “Todo primogénito varón será consagrado al Señor”, y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: “un par de tórtolas o dos pichones”.

DOMINGO III -A-

Les dijo: Venid y seguidme y os haré pescadores de hombres. Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y pasando adelante vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre.

Domingo II -A-

Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quién yo dije: “Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo”. Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel.