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DOMINGO XXV -B-

DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap

El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.

DOMINGO XXV -B-

 
 
1ª Lectura: Sabiduría 2,17-20.
 
    (Dijeron los malos):
    Acechemos al justo, que nos resulta incómodo: se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados, nos reprende nuestra educación errada; declara que conoce a Dios y se da el nombre de hijo del Señor; es un reproche para nuestras ideas y solo verlo da grima; lleva una vida distinta de los demás y su conducta es diferente; nos considera de mala ley y se aparta de nuestras sendas como si fueran impuras; declara dichoso el fin de los justos y se gloría de tener de parte a Dios. Veamos si sus palabras son verdaderas, comprobando el desenlace de su vida. Si es el justo hijo de Dios, lo auxiliará y lo librará del poder de sus enemigos; lo someteremos a la prueba de la afrenta y la tortura, para comprobar su moderación y apreciar su paciencia; lo condenaremos a muerte ignominiosa, pues dice que hay quien se ocupa de él.
 
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   El hombre justo con su vida cuestiona, pues no forma parte del paisaje común de vulgaridad, “es diferente”: denuncia con sus ser y con su estar.  Por eso no halla espacio en el sistema y debe ser eliminado. Pero el hombre justo es necesario; sin él la vida se deforma. El autor de estos versículos se inspira en la figura del “Siervo” de los poemas de Isaías, mostrando que la fuerza del hombre justo reside en la fuerza del Señor. 
 
2ª Lectura: Santiago 3,16-4,3.
 
    Hermanos: Donde hay envidias y peleas, hay desorden y toda clase de males. La sabiduría que viene de arriba, ante todo es pura y, además, es amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante, sincera. Los que procuran la paz están sembrando la paz; y su fruto es la justicia. ¿De dónde salen las luchas y los conflictos entre vosotros? ¿No es acaso de los deseos de placer, que combaten en vuestro cuerpo? Codiciáis lo que no podéis tener; y acabáis asesinando. Ambicionáis algo y no podéis alcanzarlo; así que lucháis y peleáis. No lo alcanzáis, porque no lo pedís. Pedís y no recibís, porque pedís mal, para derrocharlo en placeres.
 
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    La Carta diseña el perfil de la verdadera sabiduría, la sabiduría cristiana, en contraposición con la sabiduría terrena. Las comunidades cristianas, ya desde el principio, se vieron inmersas en “tentaciones” muy concretas. Aquí se apuntan algunas causas de los conflictos: la ambición, el deseo de placer… Paz fraterna y justicia son frutos de la sabiduría cristiana.
 
 
Evangelio: Marcos 9,29-36.
 
    En aquel tiempo, instruía Jesús a sus discípulos. Les decía: El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará. Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle.
    Llegaron a Cafarnaún, y una vez en casa les preguntó: ¿De qué discutíais por el camino? Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quien era el más importante.
    Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos. Y acercando un niño, lo puso en medio de ellos, los abrazó y les dijo: El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.
 
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    El relato contempla dos momentos: uno de camino, y otro ya en casa, en Cafarnaún. La prioridad de Jesús no fue solo instruir a los discípulos sobre su camino, sino introducirlos en él. Formulado de manera más condensada y genérica que el primer anuncio de la pasión (Mc 8,31-33), este segundo supone una nueva llamada a los discípulos, quienes no sólo no entienden sino que tienen miedo de entender. El relato nos dice que hay dos modos diferentes de caminar: el de Jesús, en clave de servicio, y el de los discípulos, en clave de autoservicio. Ya en casa, Jesús, una vez más corrige esa perspectiva, descubriéndoles el “puesto” del discípulo en la vida, vinculándose él y vinculando a Dios con el servicio y acogida de los menores de este mundo.
 
 
REFLEXIÓN PASTORAL
 
    “¿De qué discutíais por el camino? Ellos callaban, pues por el camino habían discutido quién era el más importante”.
     Un tema de conversación precristiano, si no ya anticristiano. Mientras Jesús se hace Camino para servir, ellos los discípulos, querían utilizar ese camino para servirse. Un dato aleccionador, que demuestra cómo nadie está libre de la ambición, ni siquiera los que andaban en las proximidades de Jesús.  
     Hoy asistimos a una lucha, no solo dialéctica, sino  física, por ocupar los primeros puestos; el protocolo es muy exigente. Cada grupo, y casi cada hombre, reclama ser protagonista del destino de los otros.
     Los políticos, surgidos en las urnas, reclaman la legitimidad de presidir y configurar la cosa pública; los dirigentes religiosos, argumentando que en el hombre hay dimensiones transcendentes, exigen un amplio espacio de protagonismo y de presencia; el mundo sindical, apoyado en que es el trabajo de sus afiliados quien hace posible la productividad, exigen presidencias cada vez más importantes no solo en la empresa sino en la sociedad; el capital, aduciendo que su dinero y dinamismo organizativo es quien hace posible el crecimiento industrial, pide mayor capacidad de decisión en la configuración del modelo social… Todos  discuten y compiten por la presidencia. Todos quieren -o queremos- servir, pero desde arriba.
     Llega Jesús y nos dice: “Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”. No desautoriza ni descalifica el querer ser los primeros -los dirigentes y líderes son necesarios-, pero marca el estilo: servir de verdad, porque detrás de muchas declaraciones de servicio se esconden muchas vocaciones de autoservicio. Basta ver lo mal que sienta cuando uno es relevado de ese “servicio”.
      “¿De qué discutíais por el camino?” Una pregunta que puede llevarnos a comprobar y examinar los auténticos valores, los afanes, las inquietudes y los proyectos de nuestro caminar diario. Una pregunta que puede llevarnos a examinar nuestro hablar y nuestro vivir. 
     ¿Caminamos por la vida marcando rutas de comprensión’? O, por el contrario, ¿lo hacemos acechando al justo, fomentado envidias, enfrentamientos, tensiones…? “El fruto de la justicia se siembra en la paz para quienes trabajan por la paz”, nos dice hoy el apóstol Santiago”. 
     ¿Qué sembramos en nuestra convivencia diaria, simientes de justicia -que es el fruto de la paz- o la cizaña destructora? ¿No somos también de los que pensamos que ser buenos no es rentable? ¿Que la vida es lucha, y que gana el que hace la guerra más útil, aunque sea la más sucia?
     “¿De qué discutíais por el camino?” Quizá también nosotros, ante esta pregunta de Jesús, tendríamos que guardar silencio, porque los temas y contenidos de nuestra vida real no estén muy conformes con lo que teóricamente creemos. Pero, en todo caso, es una buena pregunta, que haríamos muy mal en desoír o en archivar, para seguir caminando como si el Señor no se hubiera hoy acercado a nuestra vida y no nos la hubiera formulado.
 
REFLEXIÓN PERSONAL
.- ¿De qué hablamos por el camino?
.- ¿De dónde salen las luchas y conflictos entre nosotros?
.- ¿Cuál es mi plataforma de servicio?
 
   DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap.

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