Martes de la III semana del tiempo ordinario

27 de enero de 2026

San Enrique de Ossó, Santa Ángela de Mérici

Tiempo ordinario
Primera lectura: 2 Sam 6,12b-15.17-19.

En aquellos días, David fue y trajo con algazara el Arca de Dios de la casa de Obededón a la ciudad de David. Cuando los portadores del Arca del Señor avanzaban seis pasos, se sacrificaba un toro y un animal cebado. David iba danzando ante el Señor con todas sus fuerzas, ceñido de un efod de lino. Él y toda la casa de Israel iban subiendo el Arca del Señor entre aclamaciones y al son de trompeta.

Trajeron el Arca del Señor y la instalaron en su lugar, en medio de la tienda que había desplegado David. David ofreció ante el Señor holocaustos y sacrificios de comunión. Cuando acabó de ofrecerlos, bendijo al pueblo en nombre del Señor del universo. Repartió a todo el pueblo, a la muchedumbre de Israel, hombres y mujeres, una torta de pan, un pastel de dátiles y un pastel de uvas pasas. Tras lo cual, todo el pueblo se fue, cada uno a su casa.

Palabra de Dios.

Salmo: Sal 23,7.8.9. 10.

R/. ¿Quién es ese Rey de la gloria? Es el Señor.

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las puertas eternales:
va a entrar el Rey de la gloria. R/.

¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, héroe valeroso,
el Señor, valeroso en la batalla. R/.

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las puertas eternales:
va a entrar el Rey de la gloria. R/.

¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, Dios del universo,
él es el Rey de la gloria. R/.

Evangelio: Mc 3,31-35.

En aquel tiempo, llegaron la madre de Jesús y sus hermanos y, desde fuera, lo mandaron llamar. La gente que tenía sentada alrededor le dice: “Mira, tu madre y tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan”. Él les pregunta: “¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?”. Y mirando a los que estaban sentados alrededor, dice: “Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre”.

Palabra del Señor.

Reflexión:

Todo el que cumple la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre”. Su familia verdadera está en la órbita del Padre: los que cumplen su voluntad, los que se entregan al proyecto, al sueño de Dios: el Reino. Los hermanos de Jesús son los que sienten a los otros como hermanos y a Dios como Padre. No hay espacio para la carne: él pertenece a la familia del Espíritu, de la que nadie es excluido. Una familia alternativa, abierta, no excluyente pero tampoco “descafeinada”. Los vínculos con Jesús no son de orden “carnal” sino “espiritual”, que no espiritualista, pues para Jesús y para Dios nada hay más espiritual que la encarnación. Por eso Pablo llamará a los cristianos “familia de Dios, de la que Cristo es la piedra angular” (Ef 2,19-20).